lunes, 9 de diciembre de 2019

Dentro de la parabola de amor de la Diosa

Todos somos partículas de luz que emanaron de la Adi Shakti. Todos nacimos de la vibración de amor que surgió de su danza cósmica. Compartimos la misma luz, la misma esencia, la misma realidad espiritual, el amor de la Diosa Madre. Esa luz es lo que únicamente somos, y también, es el camino para retornar a nuestro origen, el Ser único Dios Padre, la conciencia universal.

La Diosa en su danzar impulsa su movimiento en la parábola de amor divino, y nosotros, como partículas de luz unidos a ella, somos conducidos por su inteligencia y su poder supremos.

 En nuestro corazón se refleja la semilla de la luz universal de la Diosa, la emoción primordial, el amor de Dios. Ese amor es la Diosa misma y solamente de su mano podemos avanzar en el sendero que conduce a la meta añorada. 

Por esa razón, muchas escrituras sagradas declaran que solamente la Diosa puede conducir el alma humana a su reencuentro con Dios Padre. Solamente ella concede el moksha. Es cuando nos fundimos completamente con ella, con su amor incondicional, con su pureza, cuando podemos realizar que esa misma esencia es lo que verdaderamente somos. Y es únicamente entonces, cuando vivimos desde la luz del amor puro cada instante de nuestra existencia terrenal, cuando avanzamos en la parábola del amor divino hasta el centro del corazón mismo de la Diosa, que en su interior es siempre uno con Dios todopoderoso, Brahman. Allí, en el corazón de la Diosa, donde la emoción es tan abrumadora y refulgente como mil soles, el amor infinito se disuelve con la conciencia como si nunca hubiesen estado separados. 

El amor es el único camino a la meta espiritual. Dios es amor, la Diosa es amor, nosotros somos ese mismo amor. El amor es el modo de despertar del sueño del ego, que, de algún modo, ha cerrado sus ojos a la verdad que en su propio corazón se esconde. El amor es para ser practicado de modo indiferenciado con todos los seres que nos rodean y con nosotros mismos los primeros. Solo nosotros podemos elegir abrir nuestros ojos a la bondad divina que existe en cada persona y en cada cosa creada.  Únicamente si decidimos como primera prioridad en nuestra vida vivir siempre en el amor a los demás podremos empezar a abrir nuestros ojos a la belleza de Dios en las demás personas. 

¿Habría entonces alguna posibilidad de ser engañados de nuevo por nuestro ego que juzga a los demás como impuros o negativos? ¿Volveríamos a absorber sus negatividades, sus deficiencias, sus problemas, o acaso seriamos una luz que iluminaría a todos los que nos rodean? Solamente podemos ser luz si elegimos como primera prioridad en nuestra vida ser el amor de Dios y vivir siempre desde el amor. Esto es indispensable pues la luz solamente puede iluminar y no dar oscuridad. 

Y así, de este modo, amando sin condición a todos y cada uno, podremos ver que nuestra luz y nuestro corazón es la Diosa misma, y en ese amor superlativo nos fundiremos en el silencio primero de donde surgió todo sonido, en la consciencia autoefulgente que aun siendo la única existente se oculta tras el velo dorado de maya.

La parabola del amor divino


En el principio solo era Brahman, la consciencia universal, el ser no manifiesto, Dios padre. Como y porque surgió en su interior el deseo de representar el juego de la creación es algo más allá de la comprensión del intelecto humano. Quizá como un mero entretenimiento, quizá como una expansión de su propia naturaleza, quizá por cualquier otra causa, lo cierto es que en un momento determinado el ser único decidió desdoblarse a sí mismo, separando su deseo, su energía, el amor divino, Dios Madre, de su aspecto conciencia-testigo. 

En ese momento comenzó la danza cósmica donde el Señor empujo a su eterna compañera, la Adi Shakti, que comenzó a danzar a su alrededor creando una parábola resplandeciente de amor infinito, una parábola que dejaba una estela luminosa de inimaginable belleza.  Una parábola que, al reencontrar su punto de partida, a Dios
padre, se fundía de nuevo con él en un solo ser, disolviéndolo todo en el uno absoluto.




La parábola comenzaba alejándose del Señor, desplegando sus rayos de divinidad, creando en su movimiento mágico un sonido que surgía de la emoción primordial del amor de la Diosa Madre. A través de la vibración que producía el cautivador baile de la Diosa, el sonido primordial, OM, se fue desdoblando en tres rayos luminosos que contenían en sus entrañas un infinito mundo de posibilidades. Un poder ilimitado vibraba en cada partícula que emanaba de la Diosa, un poder autoefulgente vibrando en una emoción arrebatadora que impulsaba cada partícula de luz hacia el movimiento eterno.



Pero a medida que el giro de la Diosa la alejaba hasta el extremo opuesto del Señor, la luz interior de cada partícula, que de ella venía a la existencia, parecía difuminarse, como olvidando su propio origen, el Señor Brahman. Dicho olvido de su propia esencia parecía absorber la energía de cada partícula, ralentizando su vibración, su luz, su emoción, su pureza.


Pero el lazo de la parábola del amor divino de nuevo fue acercando a la Diosa en su danza cósmica y a cada partícula que había emanado de Ella, hacia su destino ineludible, la consciencia universal Dios Padre. De nuevo, en su aproximación hacia la meta, todas las partículas luminosas aumentaban su brillo más y más, acelerando su vibración y fundiéndose entre ellas con el corazón mismo de la Diosa.

La consciencia universal, testigo de la maravillosa danza de la Diosa, se embelesaba de tal modo con su grandiosidad y belleza, que absolutamente absorto en cada uno de sus infinitos detalles, se disolvió  en una infinitud donde todo parecía desaparecer en el todo-nada.  La Diosa fundida en el Dios, el Dios fundido en la Diosa, solo uno en realidad, pero jugando a ser dos por su propia voluntad.

jueves, 7 de noviembre de 2019

¿Quién soy yo?


¿Quién soy yo?  La  pregunta última que una vez respondida acalla todas las demás preguntas. Más es bien cierto que la respuesta a esta pregunta no puede ser en modo alguno forzada o controlada por la voluntad de nuestro ego. 

Solamente podemos acercarnos a la verdad con el corazón de un niño, con inocencia y humildad. Es en lo pequeño donde reside la grandeza, es en lo suave donde se expresa la gran fortaleza.




Se dice que os hagáis una pregunta a vosotros mismos: “¿Quién soy yo?” Tan pronto como os hacéis esta pregunta os quedáis sin pensamientos y por lo tanto os sentís perdidos, no podéis contestar esta pregunta. 

Podríais decir “soy una mujer, soy esto, soy aquello, yo soy… un obispo, o soy un Papa, yo soy esto o yo soy eso”. Pero, una vez que sois un alma realizada, ¿quién os dirá qué sois? Porque, a vosotros, quien os lo dice es la mente, la cual ya no existe, no hay pensamiento.

 Esto significa que os disolvéis en vosotros mismos, esta es la Realidad, y no dejáis de daros cuenta, aunque ahora esto es otra cosa.

~ Shri Mataji Nirmala Devi

Octava Noche Del Navaratri 
Nirmal Temple, Cabella Ligure (Italy) 1996






El gran Ramana con su profunda mirada vibrante de inocencia nos muestra como aproximarse a la meta que buscamos.


¿Cómo hacer que la mente se aquiete?

Mediante la indagación de "¿Quién soy yo?". 

El pensamiento "¿quién soy yo?" destruirá todos los otros pensamientos y, al igual que el palo que se usa para atizar una pira ardiendo, finalmente terminará por destruirse. 

Entonces surgirá la realización del Ser.




Abandonando la actitud de indagar exteriormente cada vez más, «¿Quién eres tú? ¿Quién es él?», es mejor indagar siempre interiormente con gran interés sobre uno mismo, «¿Quién soy yo?»

Si uno presta atención al centro de uno mismo con una mente aguda para saber «¿Quién soy yo?», la identificación «yo soy el cuerpo» muere y la Realidad brilla como «Yo-Yo». Entonces las ilusorias diferencias, que son como la azuleidad vista en el cielo, desaparecen.

Todas las dudas y preguntas pertenecientes a la dualidad y otreidad son destruidas por la pregunta «¿Quién soy yo?» Esta pregunta, «¿Quién es este "yo" que duda y pregunta sobre otras cosas?», se vuelve ella misma el Brahmashtra, y destruye la apariencia de toda otreidad, que no es nada sino oscura ignorancia.


~ Ramana Maharshi




La auto indagación ¿Quién soy yo? ha de ser practicada sin expectativas, sin ánimo alguno de recompensa espiritual, sin siquiera condicionamiento alguno de las escrituras sagradas. 

Solamente el niño interno puede recibir la grandeza de su respuesta, el niño que juega inocentemente siempre con una sonrisa en su rostro, siempre dispuesto a auto examinar hasta el más oculto rincón de su alma. 

El niño que desterró de su deseo puro todo rastro de egoísmo, aquel que se entrega sin condición y sin pedir nada en absoluto para sí mismo, el que se sabe infinitamente bendecido cuando le rodean innumerables dolores y dificultades, el que es fe inamovible en la bondad de su Madre Divina, él es el único que por fin empujó la puerta del palacio dorado de la Diosa.






¿Quién eres? Hazte la pregunta. ¿Quién soy yo? 

Si eres el Espíritu Puro, no es más que amor. Y en el amor piensas en los demás, en los problemas de los demás tratas de hacer que otros se sientan cómodos. 

Intentas cuidar a los demás y no solo te cuidas a ti mismo y te preocupas por ti mismo. 


~ Shri Mataji Nirmala Devi
Sahasrara Puja, Cabella Ligure (Italia)1997




Solamente el niño puede acercarse a la Madre sagrada que es la vibración divina del espíritu interno, el amor incondicional. 

El niño se regocija entonces en la grandeza de su Madre, se deleita con una belleza que le eriza el vello. Arrobado en un gozo indescriptible no puede contener profusas lágrimas de amor Divino. 

Es entonces cuando el niño se vuelve la Madre y la Madre se vuelve el niño. Es entonces cuando dos se transforman en uno solo, el espíritu de Dios, el espíritu santo.

Desde ese momento el amor de la Madre fluye desde cada poro de la piel de su hijo derramando luz de los cielos en todos sus hermanos. 

miércoles, 30 de octubre de 2019

La iluminación de la humanidad


Como buscadores de la verdad y como yoguis nuestra meta es alcanzar la iluminación de nuestra conciencia. Pero en los tiempos modernos con el advenimiento de Shri Mataji Nirmala Devi y Sahaja Yoga esta meta de cada individuo se ha vuelto colectiva. No solo hemos de trabajar por alcanzar la iluminación en nosotros mismos, sino que una vez que nos vamos aproximando a este estado el proceso natural y espontáneo es trabajar y ayudar a que la humanidad como un ser colectivo alcance la iluminación.

Cuando el ser humano avanza en su proceso evolutivo se convierte en un instrumento del Divino. Ahora bien; ¿Hasta qué punto el instrumento está trabajando de un modo positivo por dicha iluminación colectiva? A veces como sahaja yoguis pensamos que por el hecho de haber recibido la realización y meditar a diario nos hemos convertido en instrumentos del Divino. ¿Es así verdaderamente en nuestro caso? ¿Cómo podemos saber si somos un buen instrumento?

Como todos sabemos la energía Divina es Amor. Dios es Amor. Su fuerza Vital, Adi Shakti es su energía que se emitió de sí mismo. Nuestra Madre es ese amor incondicional.

Ser un instrumento del Divino significa haber alcanzado esa esencia en uno mismo, en nuestro propio corazón. Solamente cuando alcanzamos la experiencia de ese amor en nosotros mismos, cuando lo sentimos y nuestra atención se establece en él, cuando gozamos de su belleza fluyendo desde nuestro interior, comprendemos que ese amor fluye de nuestro propio corazón, de nosotros mismos. Entonces comprendemos que ese amor es nuestra propia esencia, lo más vital de nosotros mismos. Entonces comprendemos que Madre no está fuera sino dentro de nosotros mismos.

Esta es la unión eterna con Madre. Este es el verdadero Ananya Bhakti. Una vez que encontramos a Madre en nuestro corazón nos hacemos uno con ella para siempre. Sabemos que nosotros somos Ella. Llegaremos entonces a actuar siendo plenamente conscientes de que quien actúa es Ella. Incluso a veces podremos sorprendernos y pensar; ¿Por qué hará Madre esto a través nuestro? Aunque después comprenderemos su juego. Alcanzar a Madre en nuestro propio corazón es el único modo de alcanzarla en todo lo que nos rodea. Es el camino para empezar a verla en los demás.

Esta comprensión transforma al instrumento de un modo mágico. Es un conocimiento vivo que alcanza las raíces de la conciencia y desde ese momento el individuo comprende la grandeza de su esencia y al mismo tiempo la belleza del instrumento. Conoce y experimenta lo Divino e ilimitado y lo humano y limitado. Realiza que lo limitado es propiedad y cuerpo de lo Divino e ilimitado. ¿Cómo volver a aferrarse entonces a la identificación con lo limitado? ¿Cómo volver a alimentar la semilla de la ignorancia que le hacía creerse un yo separado?

Solamente la experiencia profunda de nuestra esencia como Amor puede iluminar la conciencia y el cuerpo físico, mental y emocional con la luz del conocimiento. Como muy bien describe nuestra Madre ha de partir del corazón e iluminar el cerebro. Solamente el Amor que es Madre puede hacer ese trabajo. Solamente el flujo de Madre puede alcanzar cada rincón del ser interior y colorearlo completamente con la luz del Amor Divino. Parte del corazón, es decir, debemos encontrarlo y experimentarlo en nuestro propio corazón y se extiende e ilumina el cerebro.

Pero ¿Qué proceso tiene lugar en el corazón que hace que nuestra conciencia alcance esta comprensión? En el corazón central está la residencia de la Diosa, es el templo donde la fuente del Amor Divino fluye incesantemente. Pero en el corazón izquierdo está el reflejo de Dios todopoderoso, el espíritu. Cuando empezamos a experimentar el amor en nuestro corazón y fijamos nuestra atención en él, el Amor que es la Diosa se une con el Espíritu que es la atención y la conciencia y la comprensión de que ese Amor es nuestra verdadera esencia aparece y se establece. Entonces comienza la expansión de ese Amor por todo el cuerpo y por el cerebro.

Cuando el cerebro recibe la luz Divina de la unión de Madre y Shiva, el Amor Divino y la conciencia, el proceso de unión del Ser individual con el Ser cósmico empieza a producirse. Este proceso de unión con el Ser Cósmico o Virata produce un flujo natural del Ser individual y el Amor que este experimenta hacia el Ser colectivo. La atención individual se focaliza entonces en expandir este Amor a la humanidad como un todo.

En la era moderna donde muchas almas han despertado al deseo puro de alcanzar el estado del espíritu el proceso de iluminación colectiva ha comenzado.

Al igual que en el individuo la luz del Amor comienza en el corazón y se extiende al cerebro, en el Ser Colectivo ocurre del mismo modo. Primero algunas células del Ser Cósmico, algunos individuos, alcanzan esa esencia en su interior y entonces el Amor por la humanidad fluye de ellos a través del Ser sutil del Virata alcanzando a otras células hasta que finalmente el Ser colectivo, la humanidad como un todo realiza su esencia Divina y despierta al conocimiento iluminado.

En el proceso de iluminación colectivo el primer paso es el despertar del amor por la humanidad en el corazón de los individuos. Ese es el trabajo del instrumento Divino. El flujo del amor desinteresado por la humanidad ilumina a su vez poderes más sutiles dentro de los individuos.

Todo esto no significa en si haber alcanzado la meta final de iluminación total, sino que es solamente una parte del camino. Aún el proceso de iluminación del Amor ha de alcanzar mayor profundidad. Mas el individuo desde ese momento sabe que él no es el actor, no es ningún protagonista. La esencia, el Amor, vive en su interior, la esencia vive en todo y todos, la esencia trabaja y actúa con inteligencia y sabiduría propia. El individuo solamente atestigua el proceso y ya sin ansiedad por alcanzar la meta aguarda el proceso natural donde nuevas dimensiones de lo sutil empezarán a manifestarse. El individuo sabe de lo pequeñito de su parte limitada y desea intensamente que lo limitado sea aún más pequeño hasta que desaparezca. Su deseo y gozo está en experimentar lo ilimitado de esa fuente inagotable de Amor continuamente. .

martes, 24 de septiembre de 2019

El libre albedrío y el sentimiento de culpa


La idea del libre albedrío  es muy cuestionable e implica un factor subsecuente que se ha convertido en un verdadero hándicap en el proceso evolutivo de la humanidad. Es el sentimiento de culpa. 

La idea del libre albedrío es seductora para el ego, pues nos permite autoproclamarnos como los actores y directores de nuestra propia vida, no solo quienes deciden  los caminos que andamos y las decisiones que tomamos, sino incluso los resultados que obtendremos. De este modo nos sentimos con la capacidad de alcanzar aquello que decidimos, de controlar nuestra vida y nuestro entorno.

Pero esta adulación del ego tiene una doble contrapartida. Cuando fallamos en nuestros objetivos o cuando nos dejamos llevar por tendencias de nuestra mente que nos parecen debilidades, o  incorrectas, se produce una reacción inmediata en nuestra mente que es el sentimiento de culpa. Es natural que nos sintamos culpables de nuestros errores, si asumimos la idea del libre albedrío como una verdad irrefutable.

Pero alguna persona podría pensar; ¿Entonces, no importa si cometemos errores o no? ¿Es intranscendente cometer cualquier pecado? Lo cierto es que cualquier acción incorrecta por nuestra parte produce un efecto inmediato tanto en nuestro estado mental/emocional y físico, en el entorno que debemos enfrentar posteriormente y en nuestra relación con las otras personas que han sido afectadas. Pero este efecto es algo diferente al sentimiento de culpa. Es la ley del Karma, que nos empuja irremediablemente a evolucionar, haciéndonos enfrentar nuestros propios errores continuamente. 

El sentimiento de culpa, al contrario que la ley del Karma, es un proceso anti evolutivo que en vez de estimularnos a la introspección nos aparta de ella. Cuando nos sentimos culpables no solo no afrontamos nuestros errores, sino que nos sentenciamos como incorrectos o pecadores, creando un espacio oculto a la conciencia donde acumulamos toda la inmundicia de nuestro carácter.  Es como esconder la suciedad debajo de la alfombra, suciedad que en vez de desaparecer crea espacio para bacterias, microbios y putrefacción posterior. Esta putrefacción se materializa en nuestra personalidad como una tendencia a sentirse sin valor, inferior, e impuro, un agujero hacia el lado izquierdo que solo tiene un desenlace posible, la tristeza y dolor.

En cambió la idea de la voluntad Divina favorece el proceso introspectivo, pues focalizamos nuestra atención y energía únicamente en el resultado de nuestras acciones, en los efectos positivos o negativos que estas han tenido en nosotros mismos y en nuestra vida, facilitándonos todo ello el proceso de evolución y transformación de nuestra persona. No nos sentenciamos como culpables, identificándonos de este modo con las cualidades más bajas de nuestra personalidad, sino que somos como niños inocentes enfrentándonos cada día al reto de nuestro ascenso. Somos responsables de todas nuestras acciones y no culpables de ellas. 

Si aquel que maltrata a su esposa no hubiese tenido un padre que hubiese hecho lo mismo sino uno que tratase con respeto y devoción a su esposa, quizá el mismo no habría caído en este mismo error. Existen innumerables factores que hacen que nuestras acciones se desequilibren en un sentido u otro. 

Para gozar de la plenitud de nuestro propio ser no necesitamos erigir al ego como el protagonista del juego de la vida, ni sentirnos los controladores ni dueños de nada. Es en lo pequeño donde reside la grandeza. Es en el carácter inocente de un niño donde el gozo y la plenitud se expresan. Solo siendo como niños pequeños, guiados por la mano invisible del amor de Dios, que como una madre amorosa nos observa, corrige y guía, nos libramos de la carga autoimpuesta de la culpa que es una trampa hacia el infierno interno.

miércoles, 24 de abril de 2019

Libre albedrío o voluntad divina


Hay un interrogante de difícil respuesta: ¿Existe un destino al que nos vemos abocados irremediablemente o un mundo regido por el principio causa efecto que nos permite decidir nuestro futuro? O expresándolo de otro modo; ¿Existe el libre albedrío y nuestras acciones nos permiten controlar nuestro destino o en cambio la voluntad Divina es la que controla el devenir de los acontecimientos?

Esta cuestión primordial se me ha presentado a lo largo de mi vida después de recibir shocks muy fuertes o experiencias traumáticas. Es en estos momentos de dolor extremo donde esta cuestión se nos plantea de un modo crucial. 

Pero analicemos por un momento algunos factores tanto internos como externos en relación a esta cuestión. Cuando nos enfrentamos a una situación que requiere una elección por nuestra parte o algún reto que nos fuerza a actuar de un modo u otro, nuestro propio poder de elección está de hecho muy condicionado o limitado. Por un lado los condicionamientos que están imprimidos en nuestra personalidad relacionados con el lugar donde vivimos, la educación que hemos recibido, como fueron nuestros padres y lo que vimos y aprendimos de ellos. Además debemos tener en cuenta las limitaciones propias de nuestra personalidad misma, las cualidades y defectos que la acompañan, todas ellas relacionadas con el estado evolutivo de nuestro sistema sutil, nuestros nadis y chakras. 

Todo este amasijo interno que forma nuestra mente y que tiene una forma y modo de proceder determinado, nos limita de modo casi definitivo a la hora de elegir un comportamiento u otro. Incluso a pesar de esta limitación podríamos considerar que en ciertas ocasiones y en base a nuestro conocimiento o experiencias previas podríamos decidir de modo consciente actuar de un modo diferente a lo que nuestra propia mente elegiría en  situaciones normales, actuando entonces en contra de nuestra forma de ser misma, teniendo de este modo control sobre nuestro destino. Pero lo cierto es que además de las propias limitaciones que imponen nuestro ego y condicionamientos, existen otros muchos factores que también participan en la decisión final que tomaremos. 

Me refiero aquí a todos los factores externos que acompañan a la situación que se nos plantea y que de nuevo la conducen por un camino casi decisivo. En muchas ocasiones algunos detalles del ambiente de ese momento, personas con las que nos relacionamos, o pequeñas coincidencias, hacen que tomemos la decisión en un sentido u otro. Pequeños detalles como  si hemos descansado bien ese día, si el sol brilla o es un día lluvioso, si nuestro estado de salud es bueno o tenemos algún problema, si hemos tenido algún otro desencuentro  anteriormente, y un sin fin de otras muchas posibilidades. Estos pequeños detalles actúan como catalizador para que en un momento determinado tomemos una decisión acertada o una equivocada. 

De este modo,  la teoría del libre albedrío  y de ser dueños de nuestro destino, pierde el sentido que muchas veces le damos. En realidad, en gran medida, somos simplemente marionetas  manejadas por una invisible mano que dirige nuestros movimientos y el camino que tomamos. Esa mano es el espíritu Divino, el ser que en realidad somos, el reflejo de Dios todopoderoso en nuestro propio corazón. Es el Espíritu quien en realidad cumple su propósito en la vida material, experimentando a través de la personalidad, el cuerpo y la mente, las experiencias que de hecho ya ha elegido previamente. El destino  de este modo ya ha sido elegido previamente por el espíritu y nos vemos irrevocablemente abocados hacia él. 

Quizá alguna persona podría pensar que si esto fuese así, por que esforzarnos por nada, si en cualquier caso todo sucederá como ha sido planeado. Lo cierto es que debemos seguir siempre el impulso interno, el deseo de evolucionar y mejorar como persona, de trabajar en el sentido que se requiere para alcanzar nuestras metas, y es entonces cuando alcanzamos los resultados, aparentemente como subproducto de nuestras acciones y esfuerzos, aunque en realidad todo este proceso ya había sido decidido por nuestro propio espíritu. 

Un aspecto importante a tener en cuenta es la relación del principio del libre albedrío con el sentimiento de culpa, que tan arraigado está en el subconsciente colectivo.  Seguirá......

martes, 19 de febrero de 2019

La escalera de ascenso

Hay ciertos momentos mágicos en nuestra vida donde recibimos revelaciones que nos muestran el camino a seguir, la actitud que debemos tener o incluso la solución a nuestros conflictos.

Hace unos días experimente una revelación de este tipo. Me encaminaba desde nuestra casa en Oia hacia  Uma, el lugar donde celebraríamos el Ganesha Puja con un grupo de yoguis de diferentes partes de España. La mañana era soleada y cálida aunque había una suave brisa fresca muy acogedora y estimulante. Yo iba conduciendo y mientras  escuchaba una música suave mi corazón palpitaba excitado por reunirme con mis hermanos para adorar a nuestra amada Madre. Entonces empecé a sentir una emoción muy bella hacia Madre. Sentía su amor como una caricia delicada sobre mi corazón. Lo sentía a través de la música, de la brisa suave, de la belleza del bosque que rodeaba la carretera, del mar que se extendía hasta el horizonte. La emoción de ese amor tan sutil y bello empezó a desbordarme  al mismo tiempo que en mi mente surgía una pregunta.  ¿Madre, porqué algunas  personas que parecen estar perjudicando a la colectividad permanecen en Sahaja Yoga a lo largo de los años creando y alimentando energías de críticas, de odio, de rencor y de miedo? ¿Por qué estas personas no salen de Sahaja Yoga?

Mientras surgía esta pregunta en mi mente, el amor que sentía de Madre hacia mí y el mío hacia Madre se fundieron en uno solo. Era como si solo existiese Ella. Ella se preguntaba a sí misma. Yo tan solo era testigo del juego de este amor puro que se entrelazaba y fundía permanentemente. Tan pronto atestiguaba como amaba a Madre y contemplaba su grandeza como de repente el foco pasaba a sentir su amor sobre mi alma como una caricia de los cielos y de nuevo los dos se fundían en uno solo. Yo permanecía  plenamente consciente del vacío de lo que había llamado yo hasta entonces. Ese yo que llamaba José en realidad era nada. Solo el contenido en su interior, ese amor indescriptible, era lo verdaderamente sustancial y real. Lo tangible y eterno.  

Entonces surgió en mi interior como un torrente de dicha la respuesta a la pregunta de mi mente. Completamente impregnado en ese amor único las palabras llegaron a lo más profundo del corazón dejando mi mente no solo sin ninguna duda sino colmada en un éxtasis maravilloso.

Madre me decía desde el interior de mi propio ser;  "Hijo mío esta es la escalera que he creado para ti. Parecen ser obstáculos y dificultades pero en realidad es mi bendición especial para los hijos que me buscan con mayor deseo. Hijo mío tu deseas ascender a planos superiores de conciencia pero has de saber que para llegar allí necesitarás esta escalera. Los planos que quieres alcanzar están ahora más allá de tu alcance, no puedes llegar allí sin esta ayuda que he creado para ti. Aunque te puede parecer duro en algún momento, cuando logres superar estos obstáculos y asciendas paso a paso cada peldaño de esta escalera te elevarás en plena conciencia hasta tu meta soñada."

Tras esta revelación  tan bella todo tomaba sentido en mi interior. Era como haber encontrado las piezas que me faltaban de un puzle y de pronto todo parecía claro y evidente. 

Sin duda, algunas actitudes de algunas personas parecían ser negativas y de algún modo yo me veía obligado a lidiar con ello. Pero en realidad ¿cual es la meta que  busco en mi ascenso? Sin duda alguna lo que busco  es experimentar la presencia Divina no solo en mí mismo sino en cada Ser del Universo. Busco permanecer en el éxtasis del bhakti cada momento adorando a Madre y a mi Señor en cada persona, en cada acontecimiento, en todo.  Entonces, ¿cómo plantearme siquiera que alguna persona puede ser negativa cuando este juicio sin compasión ni amor desinteresado me aparta de un solo golpe de la experiencia que busco? ¿Cómo seguir engañado por la ilusión que mi mente crea al reaccionar ante acciones que juzga erróneas en otros? Y ¿por qué no cambiar mi actitud de modo que me ayude a superar el escalón que Madre me ha regalado y así poder ascender la escalera de mi evolución? ¿Soy incapaz de sentir ningún amor por esta persona que parece estar confundida o perdida?  ¿Acaso esta persona no es al igual que yo un ser espiritual en realidad?  

Durante esta revelación tan enriquecedora para mí mismo también me di cuenta de la importancia de la discriminación. Sin duda en mi interior en estos momentos conviven estas dos realidades que parecen ser opuestas. Mi ser interior que vibra en amor y devoción y en una perfecta unión con Madre y el yo inferior que sigue activo produciendo juicios sobre lo que ocurre a mi alrededor y sobre los demás. Uno intenta continuamente evitar que ascienda la escalera de ascenso puesto que esto implica su disolución en mi Yo superior y en Madre.  Siempre listo y alerta para reaccionar ante todo, siempre juzgando lo que considera justo e importante. Mi otro Yo rendido completamente al amor más puro y abandonando cualquier otro dharma en ese dharma supremo. Consciente de que en realidad no existe más allá de ser un reflejo del amor de nuestra Madre. En este juego entre estas dos personalidades es necesaria la discriminación para continuamente elegir uno o el otro. No hacerlo casi siempre significa abandonarse al yo inferior y permanecer engañado con sus pensamientos e ideas por muy justas y lógicas que parezcan. Más el Yo superior va más allá de la lógica y está siempre dispuesto a asumir errores, aun cuando sabe a ciencia cierta que no hay error en el amor que siente en su corazón. Todo  por ascender la escalera de los cielos para el mismo o para otros. 

lunes, 18 de febrero de 2019

Meditación del Mooladhara chakra

En esta meditación despertamos las cualidades de los chakras relacionadas con el Mooladhara Chakra.

Simplemente relájate y permite que tu propio espiritu te ilumine. No intentes controlarlo sino por el contrario entregate sin condición y confia en tu ser espiritual.