miércoles, 21 de abril de 2021

 En esta cuarta parte de los requisitos para prepararnos para Nirvikalpa samadhi hablamos de la fe y el poder creativo del espíritu.


Que lo disfrutéis


 Aquí os dejo la tercera parte de los requisitos para aproximarnos a Nivikalpa samadhi.

Estamos listos para el salto a Nirvikalpa.


Que lo disfrutéis.


 Esta es la segunda parte de la serie sobre los requisitos para aproximarnos a Nirvikalpa samadhi.

Eliminando la semilla del mal en nuestro corazón.


Que lo disfrutéis.


 Aquí os dejo un nuevo video que publique sobre los requisitos para aproximarnos a nirvikalpa. 


Que lo disfrutéis.


martes, 20 de abril de 2021

Que es Nirvikalpa

 Hace algún tiempo grabé este video donde describo el estado de Nirvikalpa.


Que lo disfrutéis


https://y


lunes, 2 de marzo de 2020

Libre albedrío, el mundo el ego.


Hace algún tiempo tuve la posibilidad de charlar con mi amigo Sergio sobre la cuestión fundamental del libre albedrío o el destino, cuestión esta que desde siempre ha despertado la curiosidad de yoguis, santos y sabios. 

Según charlábamos sobre el tema comencé a comprender algo que de algún modo no había tenido en consideración anteriormente. Mientras yo defendía que en realidad todo es únicamente la voluntad divina, que Dios es el único actor de todas las acciones, él se mantenía firme en su postura de que tenemos libre albedrío y la posibilidad de decidir nuestro destino. 

Según exponíamos nuestros argumentos ambas comprensiones se iban polarizando hasta parecer que no había punto de sintetización posible. Todo ello me dejó en cierto sentido un mal sabor de boca. Aunque comprendía los argumentos de mi hermano  seguía convencido de que mi postura era acertada. Después de nuestra charla decidí meditar durante largo tiempo con el deseo profundo de encontrar un punto de encuentro entre estas dos visiones antagonistas.  Cuando acabé la meditación, en un estado de gran paz y silencio surgió en mi interior esta pregunta;  "Madre, ¿Existe en realidad el libre albedrío?"

Inmediatamente apareció una respuesta que me lleno de gozo y esperanza; "Existen tanto el libre albedrio como la voluntad divina". En cierto nivel de conciencia cuando aún nos identificamos con nuestro ego y nos seguimos percibiendo como un ser individual, vivimos en el plano del libre albedrío. En esta dimensión, que es en la que vivimos la inmensa mayoría de la humanidad, el ego tiene su libre albedrio, su capacidad para tomar sus decisiones, para realizar sus acciones, para guiar su vida. 

Pero existe otro plano de existencia, el cual es considerado por el yogui como el plano de la realidad. En ese plano espiritual solamente existe la voluntad divina, ya que en dicho plano solamente existe un solo ser aunque imaginariamente se refleja en cada ser individual, pero que en realidad siempre es únicamente uno. Este ser único es el que realiza todas las acciones, quien toma todas las decisiones, incluso quien impulsa todos los acontecimientos en el plano de lo manifiesto. 

Esta respuesta permite que ambas posturas puedan sintetizarse complementando una comprensión más amplia de ambas. Lo mismo ocurre en muchos otros aspectos de la vida. ¿Existe un solo Dios o existen multitud de deidades? ¿Todo es Dios o existe Dios y el demonio?  En realidad se trata de lo mismo. En el plano de lo manifiesto donde nos identificamos con nuestro ego y nuestro cuerpo todos los pares de opuestos parecen reales y los podemos sentir claramente. Pero en el plano espiritual podemos percibir que ambos pares de  opuestos son en realidad uno solo. Todos los dioses son en realidad el dios único, su diferencia es solo aparente para el ego. Tanto lo que nos parece negativo y maligno como lo positivo y divino son también parte del mismo ser único, que únicamente adopta esta forma ilusoria en el plano del ego. 

sábado, 29 de febrero de 2020

La ilusión del ego, ladrón de la existencia



Durante el maravilloso Shivaratri puja que celebramos en el centro de Inglaterra, con alrededor de 700 yogis, despertó en mi interior una comprensión clara de la ilusión de lo que creemos ser.

Cada vez que nos referimos o pensamos en nosotros mismos como un yo individual, alimentamos la ilusión y la maya que nos impide acercarnos al señor Shiva. De hecho ¿dónde está este yo individual, donde se encuentra? ¿Está dentro del cuerpo, posee el cuerpo? ¿Acaso posee algo material, alguna propiedad en este mundo? ¿Dónde reside todo su poder, toda su fuerza?

Solamente en el Señor Shiva reside todo poder, toda acción y la verdadera existencia. Él es la conciencia pura sin la cual no puede existir ni el pequeño yo individual que creemos ser, ni el cuerpo, ni la mente, ni poder alguno.

Si la conciencia abandona cualquiera de los objetos donde ilusoriamente parece residir, ¿Dónde podría existir dicho objeto? Solamente la conciencia, el espíritu, Shiva, da vida a toda materia, lo demás no es más que una ilusión, un espejismo que alimentamos cada vez que nos percibimos como un ser individual.



Ahora comprendo que en realidad lo que creía ser no existe. Lo que llamaba yo, no era más que ego, una ilusión engañosa sin vida propia. Lo cierto es que yo no soy nada, nunca lo he sido, en cambio Tu eres todo en todo mi Señor. Tu belleza se despliega de incontables formas incomprensibles para el pequeño recipiente humano. Tu ser es un silencio insondable que rezuma emociones arrobadoras que estremecen de gozo el corazón humano.

Durante miles de años este ego te intento robar lo que solamente es tuyo, toda acción, toda posesión, toda existencia.  Ahora Señor, postrado a tus pies, permíteme devolverte todo. Este cuerpo que no me pertenece y del cual no tengo control alguno. Solo Tu decidiste el día que nació en la Tierra, las experiencias que atraviesa a lo largo de su vida, y el día que vuelve a la Tierra convirtiéndose de nuevo en polvo. Esta mente invisible con sus infinitos pensamientos, sus ideas, esperanzas y deseos es solamente tuya y la utilizas de maneras insospechadas para mantener el juego de la creación y alcanzar todos tus propósitos. Te devuelvo mi Señor esta vida y todas las que haya de vivir en el futuro, pues no me pertenecen en absoluto y no tengo control alguno sobre ellas. Y finalmente, te devuelvo lo que durante tanto tiempo he llamado yo. Este ego que te intentó robar la existencia que únicamente a ti pertenece.

Ahora, siendo yo en realidad nada, infinitamente más insignificante que una diminuta mota de polvo, te imploro que aceptes todas estas ofrendas, que asumas el control de todo ello y despliegues tus bellísimos matices, cual arcoíris grandioso después de la gran tormenta.  Permíteme tan solo observar como un niño la grandeza de mi Padre, sus acciones llenas de magia, su exuberante belleza, su reflejo luminoso en la chispa que destella en los ojos de sus niños. 

lunes, 9 de diciembre de 2019

Dentro de la parabola de amor de la Diosa

Todos somos partículas de luz que emanaron de la Adi Shakti. Todos nacimos de la vibración de amor que surgió de su danza cósmica. Compartimos la misma luz, la misma esencia, la misma realidad espiritual, el amor de la Diosa Madre. Esa luz es lo que únicamente somos, y también, es el camino para retornar a nuestro origen, el Ser único Dios Padre, la conciencia universal.

La Diosa en su danzar impulsa su movimiento en la parábola de amor divino, y nosotros, como partículas de luz unidos a ella, somos conducidos por su inteligencia y su poder supremos.

 En nuestro corazón se refleja la semilla de la luz universal de la Diosa, la emoción primordial, el amor de Dios. Ese amor es la Diosa misma y solamente de su mano podemos avanzar en el sendero que conduce a la meta añorada. 

Por esa razón, muchas escrituras sagradas declaran que solamente la Diosa puede conducir el alma humana a su reencuentro con Dios Padre. Solamente ella concede el moksha. Es cuando nos fundimos completamente con ella, con su amor incondicional, con su pureza, cuando podemos realizar que esa misma esencia es lo que verdaderamente somos. Y es únicamente entonces, cuando vivimos desde la luz del amor puro cada instante de nuestra existencia terrenal, cuando avanzamos en la parábola del amor divino hasta el centro del corazón mismo de la Diosa, que en su interior es siempre uno con Dios todopoderoso, Brahman. Allí, en el corazón de la Diosa, donde la emoción es tan abrumadora y refulgente como mil soles, el amor infinito se disuelve con la conciencia como si nunca hubiesen estado separados. 

El amor es el único camino a la meta espiritual. Dios es amor, la Diosa es amor, nosotros somos ese mismo amor. El amor es el modo de despertar del sueño del ego, que, de algún modo, ha cerrado sus ojos a la verdad que en su propio corazón se esconde. El amor es para ser practicado de modo indiferenciado con todos los seres que nos rodean y con nosotros mismos los primeros. Solo nosotros podemos elegir abrir nuestros ojos a la bondad divina que existe en cada persona y en cada cosa creada.  Únicamente si decidimos como primera prioridad en nuestra vida vivir siempre en el amor a los demás podremos empezar a abrir nuestros ojos a la belleza de Dios en las demás personas. 

¿Habría entonces alguna posibilidad de ser engañados de nuevo por nuestro ego que juzga a los demás como impuros o negativos? ¿Volveríamos a absorber sus negatividades, sus deficiencias, sus problemas, o acaso seriamos una luz que iluminaría a todos los que nos rodean? Solamente podemos ser luz si elegimos como primera prioridad en nuestra vida ser el amor de Dios y vivir siempre desde el amor. Esto es indispensable pues la luz solamente puede iluminar y no dar oscuridad. 

Y así, de este modo, amando sin condición a todos y cada uno, podremos ver que nuestra luz y nuestro corazón es la Diosa misma, y en ese amor superlativo nos fundiremos en el silencio primero de donde surgió todo sonido, en la consciencia autoefulgente que aun siendo la única existente se oculta tras el velo dorado de maya.

La parabola del amor divino


En el principio solo era Brahman, la consciencia universal, el ser no manifiesto, Dios padre. Como y porque surgió en su interior el deseo de representar el juego de la creación es algo más allá de la comprensión del intelecto humano. Quizá como un mero entretenimiento, quizá como una expansión de su propia naturaleza, quizá por cualquier otra causa, lo cierto es que en un momento determinado el ser único decidió desdoblarse a sí mismo, separando su deseo, su energía, el amor divino, Dios Madre, de su aspecto conciencia-testigo. 

En ese momento comenzó la danza cósmica donde el Señor empujo a su eterna compañera, la Adi Shakti, que comenzó a danzar a su alrededor creando una parábola resplandeciente de amor infinito, una parábola que dejaba una estela luminosa de inimaginable belleza.  Una parábola que, al reencontrar su punto de partida, a Dios
padre, se fundía de nuevo con él en un solo ser, disolviéndolo todo en el uno absoluto.




La parábola comenzaba alejándose del Señor, desplegando sus rayos de divinidad, creando en su movimiento mágico un sonido que surgía de la emoción primordial del amor de la Diosa Madre. A través de la vibración que producía el cautivador baile de la Diosa, el sonido primordial, OM, se fue desdoblando en tres rayos luminosos que contenían en sus entrañas un infinito mundo de posibilidades. Un poder ilimitado vibraba en cada partícula que emanaba de la Diosa, un poder autoefulgente vibrando en una emoción arrebatadora que impulsaba cada partícula de luz hacia el movimiento eterno.



Pero a medida que el giro de la Diosa la alejaba hasta el extremo opuesto del Señor, la luz interior de cada partícula, que de ella venía a la existencia, parecía difuminarse, como olvidando su propio origen, el Señor Brahman. Dicho olvido de su propia esencia parecía absorber la energía de cada partícula, ralentizando su vibración, su luz, su emoción, su pureza.


Pero el lazo de la parábola del amor divino de nuevo fue acercando a la Diosa en su danza cósmica y a cada partícula que había emanado de Ella, hacia su destino ineludible, la consciencia universal Dios Padre. De nuevo, en su aproximación hacia la meta, todas las partículas luminosas aumentaban su brillo más y más, acelerando su vibración y fundiéndose entre ellas con el corazón mismo de la Diosa.

La consciencia universal, testigo de la maravillosa danza de la Diosa, se embelesaba de tal modo con su grandiosidad y belleza, que absolutamente absorto en cada uno de sus infinitos detalles, se disolvió  en una infinitud donde todo parecía desaparecer en el todo-nada.  La Diosa fundida en el Dios, el Dios fundido en la Diosa, solo uno en realidad, pero jugando a ser dos por su propia voluntad.

jueves, 7 de noviembre de 2019

¿Quién soy yo?


¿Quién soy yo?  La  pregunta última que una vez respondida acalla todas las demás preguntas. Más es bien cierto que la respuesta a esta pregunta no puede ser en modo alguno forzada o controlada por la voluntad de nuestro ego. 

Solamente podemos acercarnos a la verdad con el corazón de un niño, con inocencia y humildad. Es en lo pequeño donde reside la grandeza, es en lo suave donde se expresa la gran fortaleza.




Se dice que os hagáis una pregunta a vosotros mismos: “¿Quién soy yo?” Tan pronto como os hacéis esta pregunta os quedáis sin pensamientos y por lo tanto os sentís perdidos, no podéis contestar esta pregunta. 

Podríais decir “soy una mujer, soy esto, soy aquello, yo soy… un obispo, o soy un Papa, yo soy esto o yo soy eso”. Pero, una vez que sois un alma realizada, ¿quién os dirá qué sois? Porque, a vosotros, quien os lo dice es la mente, la cual ya no existe, no hay pensamiento.

 Esto significa que os disolvéis en vosotros mismos, esta es la Realidad, y no dejáis de daros cuenta, aunque ahora esto es otra cosa.

~ Shri Mataji Nirmala Devi

Octava Noche Del Navaratri 
Nirmal Temple, Cabella Ligure (Italy) 1996






El gran Ramana con su profunda mirada vibrante de inocencia nos muestra como aproximarse a la meta que buscamos.


¿Cómo hacer que la mente se aquiete?

Mediante la indagación de "¿Quién soy yo?". 

El pensamiento "¿quién soy yo?" destruirá todos los otros pensamientos y, al igual que el palo que se usa para atizar una pira ardiendo, finalmente terminará por destruirse. 

Entonces surgirá la realización del Ser.




Abandonando la actitud de indagar exteriormente cada vez más, «¿Quién eres tú? ¿Quién es él?», es mejor indagar siempre interiormente con gran interés sobre uno mismo, «¿Quién soy yo?»

Si uno presta atención al centro de uno mismo con una mente aguda para saber «¿Quién soy yo?», la identificación «yo soy el cuerpo» muere y la Realidad brilla como «Yo-Yo». Entonces las ilusorias diferencias, que son como la azuleidad vista en el cielo, desaparecen.

Todas las dudas y preguntas pertenecientes a la dualidad y otreidad son destruidas por la pregunta «¿Quién soy yo?» Esta pregunta, «¿Quién es este "yo" que duda y pregunta sobre otras cosas?», se vuelve ella misma el Brahmashtra, y destruye la apariencia de toda otreidad, que no es nada sino oscura ignorancia.


~ Ramana Maharshi




La auto indagación ¿Quién soy yo? ha de ser practicada sin expectativas, sin ánimo alguno de recompensa espiritual, sin siquiera condicionamiento alguno de las escrituras sagradas. 

Solamente el niño interno puede recibir la grandeza de su respuesta, el niño que juega inocentemente siempre con una sonrisa en su rostro, siempre dispuesto a auto examinar hasta el más oculto rincón de su alma. 

El niño que desterró de su deseo puro todo rastro de egoísmo, aquel que se entrega sin condición y sin pedir nada en absoluto para sí mismo, el que se sabe infinitamente bendecido cuando le rodean innumerables dolores y dificultades, el que es fe inamovible en la bondad de su Madre Divina, él es el único que por fin empujó la puerta del palacio dorado de la Diosa.






¿Quién eres? Hazte la pregunta. ¿Quién soy yo? 

Si eres el Espíritu Puro, no es más que amor. Y en el amor piensas en los demás, en los problemas de los demás tratas de hacer que otros se sientan cómodos. 

Intentas cuidar a los demás y no solo te cuidas a ti mismo y te preocupas por ti mismo. 


~ Shri Mataji Nirmala Devi
Sahasrara Puja, Cabella Ligure (Italia)1997




Solamente el niño puede acercarse a la Madre sagrada que es la vibración divina del espíritu interno, el amor incondicional. 

El niño se regocija entonces en la grandeza de su Madre, se deleita con una belleza que le eriza el vello. Arrobado en un gozo indescriptible no puede contener profusas lágrimas de amor Divino. 

Es entonces cuando el niño se vuelve la Madre y la Madre se vuelve el niño. Es entonces cuando dos se transforman en uno solo, el espíritu de Dios, el espíritu santo.

Desde ese momento el amor de la Madre fluye desde cada poro de la piel de su hijo derramando luz de los cielos en todos sus hermanos.