domingo, 22 de noviembre de 2015

La semilla del miedo (2 parte)

En el Agnya Chakra la semilla del miedo esta ligada directamente al ego y a los condicionamientos. Cuando aceptamos los condicionamientos, enseñanzas, ideologías, dharmas y leyes, a través del ego, nos sentimos no solo con derecho sino incluso responsables de establecer dichos dharmas en los demás y en el mundo.

Somos capaces de justificar nuestros actos egoístas y dominantes sobre los demás utilizando las palabras de las encarnaciones y los profetas. De este modo es como todas las religiones del pasado llegaron a realizar actos totalmente apartados de la Esencia Divina, el amor. Se masacraron innumerables almas inocentes e incluso civilizaciones  enteras.

Lo cierto es que la compresión mental de las enseñanzas y dharmas produce rigidez y tensión que solamente conduce a la fricción y la lucha. Cuando intentamos forzar los dharmas sobre los demás desde esa comprensión mental creamos miedo en los demás y en nuestro propio corazón. La respuesta espontánea de la mente es el juicio severo sobre los demás, lo que lleva implícito un proceso negativo donde sentimientos de temor, odio y venganza dominan el proceso mental.

La respuesta  de los demás ante tal ataque agresivo sobre su propia comprensión del dharma se vuelve espontáneamente agresiva ya que el propio ego no puede aceptar la dominación de otro ego externo. Este proceso de ataque y respuesta, odio y venganza tiende a estancarse en el proceso mental produciendo residuos mentales que son  muy difíciles de eliminar. Así es como la lucha entre familias, países, o culturas, se puede prolongar durante varias generaciones.

Solamente la cualidad de la compasión, el perdón y el sacrificio pueden catalizar el cambio que  establece el control del espíritu y la rendición del ego. Entonces ante ataques agresivos contra nuestra persona podemos neutralizar la respuesta espontánea del ego y no quedar envueltos y dominados por el juego del odio y el rencor. Entonces el amor en su forma de compasión, donde uno esta unido a los demás como partes de un todo, domina el proceso de la conciencia y uno puede elegir amar incluso a aquel que nos intenta destruir.

Cuando la cualidad del perdón alcanza un nivel de gran profundidad  se transforma en sacrificio. El perdón y su forma suprema el sacrificio están basados en la energía viviente del amor incondicional unido inseparablemente con el deseo puro. Este deseo puro ya no  apunta a nuestro propio ser individual sino que está volcado completamente sobre los demás y sobre el mundo.  Solo deseamos que ese sublime sentimiento que uno goza como testigo sea experimentado por los demás, por todos.

Entonces el sacrificio empieza a manifestarse. Cuando no solo somos capaces de recibir el golpe en la mejilla  y devolver amor a cambio, sino cuando premeditadamente somos capaces de acercarnos hacia la cruz donde seremos crucificados para que de este modos aquellos que nos crucifican alcancen el amor que deseamos para ellos.

Afortunadamente nuestro señor Jesús manifestó con su ejemplo este proceso de indescriptible amor y asumió sobre si mismo el dolor máximo para quitárnoslo a nosotros.. Nosotros no seremos crucificados aunque si debemos aceptar este mismo proceso a un nivel inferior. Deberíamos estar preparados para entregar todo nuestro ser y nuestra alma durante toda la eternidad para que el proceso de amor incondicional se extienda por el mundo. Y por supuesto deberíamos ser capaces de acercarnos a lugares donde sabemos que otros nos odian, y con gesto alegre y devoto, derramar conscientemente amor incondicional unido a nuestro deseo puro para bendecirlos.

Entonces las espinas que colocarán sobre nuestras cabezas se transformaran en bendiciones y nos prepararemos para unirnos para siempre con nuestro padre, donde solo El, para siempre, bendiga en cuerpo humano a sus otros instrumentos. 

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