El presente es el camino que irremediablemente manifiesta la verdad del Ser. Aquí y ahora, en este instante preciso se está manifestando el Ser. En ti, en mí, en todo. Solo el Ser como único existente palpita y vibra incesantemente. Más el velo de la Maya, oculta este hecho innegable.
La Maya dirige nuestra atención al pasado y nos hace recordar lo que ya no existe, o bien nos dirige hacia el futuro y nos produce preocupación o miedo por lo que está por venir. Es como mirar a otro lado cuando nuestro objetivo está enfrente. ¿Acaso no queremos verlo? ¿Acaso mirando al suelo podemos ver el azul del cielo? ¿Acaso cerrando los ojos podemos observar con detalle nuestro objeto?
Abramos nuestros ojos sin miedo, y saboreando cada instante, dejemos que florezca el Luminoso Ser Omnipresente. Dejemos que el néctar de inmortalidad que se derrama en cada gesto aparentemente insignificante, penetre en nuestro corazón sin trabas, y nos colme con el sublime amor trascendente, que nos disuelve en el Uno para siempre.
Y cuando en nuestra mente surjan los pensamientos que nos desvían de la verdad del presente, llevándonos al melancólico pasado o al intranquilizador futuro, oremos con dulces palabras al Ser que nos ampara: "Permite oh Dios Supremo, que tu luminosa esencia abra nuestros ojos a tu confortadora presencia, que nuestro corazón devoto pueda recibir tu amorosa bendición, que nuestra alma entera vibre en perfecta unión contigo, y que podamos verte en cada ser existente y amarte sin descanso".
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