El pétalo derecho del Mooladhara expresa la manifestación exterior de la energía de la pureza y la castidad. Este pétalo nos otorga la cualidad básica de la humildad, la inocencia y la atención iluminada.
En estados de desequilibrio desarrollamos en el lado derecho diversos problemas como perturbaciones de la atención, hiperactividad, actitudes dominantes y egoísmo. En el pétalo derecho del Mooladhara se encuentran las cualidades que nos permiten desarrollar los verdaderos y auténticos poderes que el ser humano tiene en el lado derecho.
Este pétalo está conectado con el Nabhi derecho y por ende con la atención. Cuando despierta en nosotros la inocencia, la atención misma se va volviendo progresivamente inocente. Esta transformación progresiva de la atención nos conduce finalmente a la atención iluminada. La atención iluminada es imprescindible para alcanzar estados de meditación profunda y con ello lograr iluminar y despertar los diferentes poderes y cualidades de los demás chakras y del sistema sutil. A través de la atención iluminada podemos fijar nuestra atención de un modo imperturbable en diferentes aspectos de nuestro sistema sutil, con ello logramos penetrar en la esencia divina de estos aspectos y despertarlos en nuestro interior. Por todo ello es de una gran importancia en nuestro ascenso espiritual esta conexión entre el Mooladhara derecho y el Nabhi derecho.
Otra conexión de suprema importancia es la del Mooladhara derecho con el Agnya izquierdo. En el Agnya izquierdo, donde se sitúa el ego, acumulamos todo el residuo de nuestro lado derecho. Las personas activas fácilmente desarrollan el ego y de este modo sentimientos de superioridad y de dominación. La cualidad de la humildad que nos otorga el Mooladhara derecho es el antídoto perfecto para esta institución del ego. El sentimiento interior de humildad, asociado a una experiencia de la pureza interior, nos otorga una completa confianza en nosotros mismos, una completa seguridad en nuestro conocimiento, pero al mismo tiempo sin ningún tipo de egoísmo. Nos sentimos seguros pero humildes a la vez. No tratamos de imponer nuestro conocimiento, aunque sin ninguna duda estamos seguros de él. Permitimos que cada persona alcance su propio conocimiento sin imponer el nuestro de un modo forzado. Por supuesto esto no impide que compartamos nuestra experiencia con los demás, pero no de un modo impositivo sino con completa humildad y entrega. El niño espiritual sabe a ciencia cierta y sin lugar a dudas que su Madre es la que en realidad hace todo, el es simplemente un instrumento en sus manos y goza del juego divino de su sagrada Madre.
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