Lo que soy soy, de eso no hay duda,
más porque creo ser otra cosa y
hasta cuando seguiré haciéndolo,
es un misterio insondable mas allá
del intelecto,
en cualquier caso, lo que soy
siempre seguiré siéndolo.
Ya me adhiera a la ilusión de
ser un ser espiritual especial,
o elija ser un don nadie, sin
peso alguno en el mundo,
lo que en realidad soy, que es
muy diferente de esto,
siempre observará este juego,
desde un rincón remoto interno.
Ya decida el Ser vestirse de
Maya y se llame a si mismo ignorancia,
o se desvista de toda
artificialidad y se muestre como conocimiento,
su esencia no cambia ni por un
instante, siempre se mantiene inalterable,
como la realidad del sol, sea o
no cubierto de nubes.
¿Porque alimentar entonces la
sutil coraza,
luchando con un aspecto del Ser
al que la mente ha juzgado?
Si lo que únicamente es, elige
un vestido u otro,
así es como debe ser, pues está
en su poder decidirlo.
Vaciemos la vasija para
que pueda por fin ser llenada del néctar de inmortalidad,
tanto de condicionamientos
impuros que nos hacen perdernos en la más oscura maya,
como de aquellos que aún
provenientes de la más alta verdad,
al moldearlos nuestra mente nos
apartan de la verdadera experiencia.
Quedémonos únicamente con los
ojos de un niño inocente,
que siempre expectante recibe
cada vivencia como algo nuevo,
recibiendo todo aquello que sin
proponérselo a él ha llegado,
como un regalo que el cielo
para el ha diseñado.
Todos los caminos espirituales
buscan alcanzar la meta y no quedarse a medio camino. La meta es la misma en
todos. Ser, Dios, Verdad, Amor, Gozo, Yoga, Nirvana y muchos otros nombres se
han utilizado para nombrarla. Pero la meta es siempre la misma
independientemente del nombre por el cual la nombremos. La meta es el estado
puro del Ser donde desaparece la dualidad sujeto objeto. Desaparece la ilusión
de ver un mundo separado del Dios sagrado. Desaparece el espacio y el
tiempo en la infinitud de lo eterno.
Una vez allí todo es evidente,
la verdad se muestra transparente y clara. La duda ya no tiene lugar ni
espacio. Instantáneamente todo cobra sentido como por arte de magia. Pero
intentar aferrarse a esta profunda verdad sin la experiencia y el conocimiento
interno de ello, no solo no conduce a donde tratamos de llegar, sino que puede
crear sutiles capas en el ego difíciles de disolver en el camino de ascenso.
Siendo el ego el maestro del engaño, sabe apropiarse incluso de lo más
sutil y bello, de la realidad espiritual de uno y de todo. Podría entonces
hacernos vivir en una burbuja ilusoria, haciéndonos creer que hemos alcanzado
algo profundo, mientras que en realidad seguimos perdidos en una ilusión aún
mayor.
Alcanzar la meta es un estado
que solo uno puede certificar en sí mismo. Es independiente de las opiniones o
juicios de otros. Una vez hemos experimentado y recibido el
conocimiento de nuestra esencia, esta no puede cambiar ni un ápice, independientemente
de cualquier acontecimiento externo o interno. Es de hecho permanente y así se nos
demuestra continuamente a partir de ese momento.
Pero la cuestión importante se
nos plantea antes de alcanzar dicho estado, ya que si lo hemos alcanzado todas
las palabras sobran, pues ya sabemos los que es en nosotros y en todo. Ahora
bien, cuando nos estamos aproximando hacia este estado, si bien las palabras,
enseñanzas, actitudes, acciones, etc., no serán el catalizador definitivo para
que dicho cambio se produzca, podrían ser de gran ayuda en dicho proceso.
En este sentido podemos
considerar varios caminos hacia nuestra meta y sus ventajas y peligros.
El camino advaita es el camino
de la unidad. Es un camino profundo y que requiere una dedicación intensa. Ha
sido el camino de grandes santos iluminados como Gyanesvara, Ramana Maharshi, Shankaracharya
y otros. El sadhana de este camino se basa en la continua auto indagación, ¿quién
soy yo y que es este mundo? Solo cuando a través de esta auto indagación desechamos
todo lo que no somos, que es todo aquello que podemos percibir a través de
nuestros sentidos y de nuestra mente, podemos alcanzar la realidad última de lo
que verdaderamente somos, la conciencia indiferenciada.
Es por tanto paso obligado
alcanzar el estado de conciencia sin pensamientos, Nirvichara Samadhi, donde
permanecemos como testigos desapegados de lo que ocurre en nuestra mente y en
el mundo exterior. Es permaneciendo en dicho estado durante un largo periodo de
tiempo como avanzamos hacia el siguiente estado, Nirvikalpa Samadhi, aún previo
al estado de realización del Ser único. Pero cuando aún no hemos
alcanzado la experiencia del estado de conciencia sin pensamientos, la paradoja
que se nos presenta sería; ¿cómo ir más allá de la mente a través de la misma
mente? Esta paradoja es bien explicada por diferentes maestros Advaita y Zen
que detallan que solamente después de una prolongada e intensa práctica de la
meditación y del autocontrol a lo largo de varios años, podemos empezar a experimentar
el estado de equilibrio de la mente y posteriormente el de conciencia sin
pensamientos o estado más allá de la mente.
Esta es una de las razones de
que el camino Advaita tradicionalmente implicaba retirarse a vivir
apartado del mundo en monasterios o ashrams guiados por un maestro iluminado
que servía de vínculo y catalizador con la experiencia del Ser. Por otro lado,
también existe el riesgo de que, al no haber aún alcanzado la experiencia y el
conocimiento del Ser, nuestro ego se identifique con este nuevo personaje
espiritual que tratamos de implantar en nosotros. Esto podría crear una coraza
en nuestro ego de gran dureza que en el momento adecuado nos impida reconocer
la verdad y el camino a seguir, al asumir que ya tenemos el verdadero conocimiento.
Por supuesto y a pesar de todo esto, el camino Advaita está basado en la verdad
y puede ser apto para muchos buscadores.
De hecho, la auto indagación ¿Quién
soy yo y que es este mundo? son imprescindibles para asentarse en los estados
últimos de iluminación espiritual. La diferencia fundamental en la práctica de
la auto indagación entre un proceso donde aún no se ha recibido la
experiencia de los estados previos y otros donde si se ha recibido, es que en
esta última dicha auto indagación se produce de un modo espontáneo y natural
asociada a un autoconocimiento de lo que somos, que nada tiene que ver con la
comprensión mental evidente cuando no hay experiencia interior de este
estado. El proceso de auto indagación se convierte entonces en un juego de
niños y va siempre asociado a estados de bhakti intenso donde emociones de amor
y gozo por el Ser espiritual en nosotros y en los demás favorecen el
ascenso hacia los últimos estados evolutivos de la realización de Dios.
También conviene destacar que
el proceso de auto indagación y "negación de la realidad del mundo
manifiesto", debe ser comprendido adecuadamente. Este cuento hindú del
elefante salvaje puede iluminar este aspecto.
"Un yogui se
encontraba meditando bajo un árbol en las enseñanzas de su maestro y en las
máximas del Advaita: TODO ES DIOS. Se encontraba absorto en pensamientos como,
la tierra que me sostiene es Dios, el aire que me rodea es Dios también.
Los pájaros que cantan sobre este árbol son Dios. Mi cuerpo y mente son Dios,
todo lo que existe es Dios. Mientras se mantenía absorto y gozando de su
meditación comenzó a oír ruidos de gente corriendo y gritando a su alrededor.
Aunque un atisbo de temor surgió en su corazón, el siguió meditando, no tengo
nada que temer, pues todo es Dios y el me protege al ser yo también parte de el
mismo. Después de un rato un hombre se acercó tembloroso y le dijo; buen santo,
hay un elefante salvaje que viene hacia aquí, sería mejor que se escondiese
antes de que llegue. El yogui hizo caso omiso de la advertencia y en cambio
reforzó aún más su meditación; Si todo es Dios, este elefante salvaje también
lo es. Por tanto, nada me puede pasar por que Dios siempre me protege. Al
poco rato se acercó otra persona con mayor agitación aun gritando; ¡Que ya
viene el elefante salvaje, que todo el mundo se esconda! A pesar de esta otra
advertencia el yogui siguió su meditación con más fuerza aún, pensando
entonces; No tengo nada que temer pues Dios es todo. Incluso viendo mi gran fe
y que no me escondo me protegerá sin ninguna duda. Finalmente vino otro grupo
de personas gritando; ¡Que el elefante ya está aquí, esconderos todos! Pero de
nuevo el yogui siguió su meditación aun sintiendo más claramente que tenía una
gran fe y que nada podía ocurrirle.
Pocos instantes después el
elefante salvaje apareció, cogiéndole con su trompa, zarandeándole bruscamente
y finalmente lanzándole por los aires. El yogui, muy mal herido, quedo tumbado
en el suelo entre lamentos, doliéndose de sus heridas. Después de ser curado se
reunió con su maestro y con gesto desconforme le pregunto: Maestro, si
según tu enseñanza Todo es Dios, y el elefante también lo era, ¿porque entonces
me atacó cuando yo meditaba en esta verdad?
Entonces su maestro le
contestó; por supuesto todo es Dios, esta es la verdad suprema. Pero al
igual que el elefante salvaje era Dios, también lo eran los mensajeros que te
mandó para que te fueras. Dios mismo te envío tres mensajeros uno tras otro,
pidiéndote que te alejaras para ponerte a salvo. Pero decidiste no hacer
caso de su advertencia, cegado por un conocimiento mental que aún no había
asimilado tu corazón.
Este antiguo cuento hindú nos
deja varias enseñanzas importantes. Incluso el conocimiento de la realidad
última, el conocimiento Todo es Dios, puede mantenernos en una ilusión
falsa si este conocimiento no es una parte de nuestro corazón y no ha surgido de
la experiencia interna.
También nos enseña que cuando
nos aferramos desde la mente a la irrealidad del mundo aparente, sin haber
alcanzado aún la experiencia, cuando la mente separa Dios y lo manifiesto,
maya y realidad, ignorancia y conocimiento, unidad y dualidad, como dos
aspectos diferentes en su naturaleza última uno de otro, permanecemos aún en la
misma ilusión de la que estamos tratando de escapar.
El Ser es en realidad lo uno y
lo otro. Es solamente Ser, pero su juego de ser muchos al fin y al cabo es solo
un juego y es representado por el mismo. Es por esta razón, él mismo. Son las
dos caras de una misma moneda. El uno solo parece existir cuando desaparece el
contrario. Aunque, Divina paradoja, solo existe el Ser realmente, que, aunque
no tiene cuerpo ni forma ha decidido vestirse del ropaje que el mismo
elije. Es una paradoja que no puede comprender la mente humana, solamente
la experiencia resuelve la duda para siempre. Intentar comprender lo ilimitado
con un instrumento limitado siempre conducirá a imperfecciones.
El punto importante por todo lo
expuesto sería como alcanzar entonces el despertar espiritual que nos lleva a
la experiencia real del Ser.
Existe un aspecto primordial del Ser que es el encargado de
este trabajo. Es el Atma Shakti, el poder del Ser, Kundalini. Si el Ser es la
conciencia, Kundalini es su energía. Son de nuevo las dos caras de una misma
moneda y no hay uno sin el otro. Si bien es el Ser la meta final de nuestro
ascenso, solamente el despertar de su energía, Kundalini, puede llevarnos a dicha
meta disolviendo en su ascenso toda ignorancia con la cual nos
identificamos. Es la chispa que cuando alcanza nuestro corazón,
inflama en un solo instante el océano del Atman produciendo la experiencia de él
mismo a través del instrumento humano.
Pero ¿estamos nosotros como
buscador del Ser preparados y abiertos para recibir la cruz de la moneda como
moneda misma o solo podemos aceptar la cara? ¿Solo podemos aferrarnos al ser y
negamos toda ilusión como falso, o somos capaces de aceptar en lo manifiesto,
en su poder, el mismo ser en otro aspecto? De nuevo nos encontramos en la misma
paradoja, si intentamos comprenderla con la limitación de nuestra mente
nunca permitiremos que esta se disuelva en el infinito.
Kundalini es otro nombre del
Ser, como la fruta y su sabor, el sol y su calor o el perfume y su olor. Es
solamente desde la energía que podemos llegar a la conciencia. Solo a través
del despertar de kundalini podemos alcanzar el Ser. Shankaracharya lo expone
claramente en el Saundarya Lahari donde describe con todo tipo de detalle los
poderes de la Adi Shakti y como únicamente la Madre conduce al hijo hasta
su Padre. Si Sadashiva representa el aspecto padre, Ser o Atman, Adi Shakti lo
hace del aspecto Madre, energía o Kundalini.
Cuando recibimos el despertar
de Kundalini alcanzamos la experiencia directa del Ser, una experiencia que
ocurre en tan solo un instante y de un modo espontáneo y natural. ¿Como
es esta experiencia? La experiencia se produce a través del estado de
conciencia sin pensamientos. Algo que parecía destinado solamente a yoguis
avanzados se produce sin embargo desde el primer día y puede ser gozado por cualquier persona
sin ningún conocimiento ni practica previa. Es en ese estado de silencio mental
donde uno va poco a poco identificándose con el Ser real. Entonces desde
la propia experiencia las enseñanzas Advaitas cobran un nuevo sentido, un
sentido que más que ser entendido de una forma mental, son vividas desde el
corazón como un torrente de gozo interno.
Pero es conveniente aclarar que
dicha iluminación interna se produce de un modo progresivo y cada persona
necesitará de más o menos tiempo para profundizar en dicho estado
dependiendo de su deseo, dedicación y estado de equilibrio antes de
recibir el despertar de Kundalini. De hecho, la experiencia interna funciona
como un catalizador para la transformación interna, pero solamente de forma momentánea,
pudiendo volver a caer en nuestras tendencias latentes cuando no nos
encontramos en meditación y silencio interior.
Solamente cuando se combinan la experiencia con el conocimiento se
produce la transformación permanente, es el siguiente estado Nirvikalpa Samadhi,
donde ya no solo no hay pensamientos sino tampoco dudas de nosotros mismos ni
del todo. En Nirvikalpa no solamente experimentamos nuestra esencia, sino que
la conciencia, el Ser, se une inseparablemente a ella haciéndonos plenamente
conscientes de que somos dicha experiencia, somos dicha esencia. En este caso
ya no hay vuelta atrás y se produce en nosotros un cambio permanente, muy
diferente del obtenido en Nirvichara Samadhi.
Después de Nirvikalpa aún queda un gran salto para la meta soñada
por todo buscador, la realización de Dios.
Pero quedémonos todavía con el
primer paso, la experiencia del Ser a través de Nirvichara Samadhi. Es a través
del mecanismo interno, y el sistema nervioso central, que la experiencia
espiritual puede ser sentida y asimilada en el cuerpo humano que pertenece al
mundo material. Somos en realidad el mecanismo perfecto donde la unidad y
dualidad se funden, donde el mundo espiritual se une con el mundo manifiesto.
Para profundizar más y más en el mundo espiritual, en la única realidad del Ser
como conciencia indiferenciada, debemos antes comprender el mundo manifiesto
que hay en nosotros, nuestras tendencias latentes que nos hacen reaccionar y
comprender el mundo y a nosotros mismos de un modo u otro. No por negar la
existencia del elefante salvaje, este abandonara su naturaleza y nos libraremos
de su ira. Debemos afrontarnos a nosotros con una plena comprensión de lo que
somos en este momento, aunque en el plano superior esto sea irreal como algo
aislado del Ser único.
En el camino espiritual hay
diferentes estados por los que debemos ir avanzando paso a paso. No podemos
evitar todo el camino y saltar de un solo golpe a la meta. Debemos muy al
contrario comprender cada obstáculo del camino, superarlo a conciencia y
afirmarnos a cada paso en el nuevo estado que alcanzamos. Por esta razón si
intentamos negar la realidad presente, de nuevo, aunque sea irreal en otro
plano de conciencia, nos golpearemos continuamente y crearemos nuevas capas en
esa cebolla que llamamos ego.
Hay un mecanismo y ese está
dentro, ya lo describió Shri Krishna en el bhagavad gita como el árbol del
conocimiento cuyas raíces están en el cerebro y cuyas ramas, hojas y flores van
hacia abajo en el cuerpo.
Fundir las dos caras de la
moneda, unidad y dualidad, es el único modo de experimentar la totalidad del
Ser. Pero el proceso de fusión se produce desde el perfecto conocimiento
de ambas caras. Solo después de experimentar en nuestro corazón el conocimiento
interior de nuestra esencia espiritual como Ser sin forma y su energía el amor
incondicional, podemos en nuestro libre albedrio elegir a través del
discernimiento lo que en realidad somos y lo que no. El continuo discernimiento
guiado desde el corazón por el mismo Ser y su poder, Kundalini, nos mantiene
siempre más allá del alcance de Maya, en la unidad perfecta. Siempre sin luchar
con lo irreal, con nuestros apegos, debilidades o ego, sino aceptando de buen
grado su imposición sobre el Ser en un momento particular de nuestro ascenso.
Una vez que aceptamos nuestros errores estos pueden ser transmutados. Cuando
los negamos o luchamos contra ellos en realidad se produce una identificación
con ellos, y esta identificación impide que puedan transformarse y evolucionar.
De algún modo nos agarramos a ellos dándoles fuerza y energía.
Él es y no es al mismo tiempo,
maya su poder de autoengaño,
comparte su naturaleza última,
todo emergió de El en un
momento sagrado,
y volverá a Él en otro momento
igualmente señalado.
Es evidente que si de El salió
todo, Él es todo,
tanto lo uno como lo otro,
y solo merece respeto y
reverencia suprema,
la elección de Ser o no Ser que
tan solo está en su mano.