Cuando el espíritu se manifiesta en nosotros y percibimos la pureza de nuestro verdadero Ser, surge un profundo amor por este Ser interior. Podemos decir que del mismo espíritu surge este profundo amor por si mismo. Cuando este espíritu pone su atención en cualquier persona o cosa con la que se relaciona, también percibe el mismo espíritu en todo ello y ama a todo como si se amase a si mismo. Este es el amor puro, un amor en completa unión con todo lo que nos rodea, y este amor fluye con gran intensidad hacia todos. Este amor fluye exactamente con la misma intensidad hacia una persona cercana, como un hijo, que hacia cualquier desconocido, incluso aunque sea alguien desagradable, ya que lo que amamos es la esencia divina en todos ellos que es la misma.
Este amor puro es una energía muy poderosa que protege y ayuda allí donde va.
Cuando el espíritu está plenamente manifiesto tenemos la capacidad de percibir con gran sensibilidad el estado de los demás a nivel del sistema sutil. Sentimos cualquier bloqueo de la persona en la cual ponemos la atención en nuestro propio sistema sutil y esto produce normalmente sensaciones de tensión o bloqueo interior algo desagradables. De cualquier modo el espíritu aunque percibe claramente el problema de la otra persona no considera esto su verdadera realidad sino que percibe el espíritu de la otra persona y no juzga la envoltura de su cuerpo sutil ni los problemas que esta puede tener. Simplemente fluye el amor puro de espíritu a espíritu y esto hace que el espíritu de los demás vaya afirmandose. Surge espontáneamente una gran inspiración para actuar de tal modo que los demás liberen sus bloqueos y tensiones. Simplemente permitiendo que el amor siga fluyendo los bloqueos son limpiados.
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