lunes, 23 de noviembre de 2015

La responsabilidad del yogi

En sus charlas Shri Mataji a menudo nos ha  comunicado nuestro papel como yogis en relación con el mundo y la humanidad. Ella nos ha descrito de diferentes modos pero siempre  contundentemente, que somos responsables de la emancipación de la humanidad.

Muchos de nosotros sin llegar a comprender en toda su amplitud este mensaje nos hemos desbocado a una actividad frenética para dar la realización al mayor número posible de personas y hacer el mayor número de programas para enseñar Sahaja Yoga. Ahora bien, aunque nuestro esfuerzo ha sido sincero y hemos trabajado todo lo posible, en la mayoría de los casos los resultados no fueron los esperados. Incluso si vemos el reflejo de nuestro trabajo en el mundo, podemos observar que aún los focos de odio, lucha y rencor siguen produciendo verdaderas tragedias colectivas.

Nunca estaría de más hacer introspección al respecto y preguntarnos sinceramente: ¿Acaso estoy haciendo lo que se espera de mi como yogi? ¿Estoy siendo el instrumento que el mundo necesita? ¿He alcanzado en mi interior la esencia que puede producir en el mundo la transformación que Madre espera? ¿Me siento verdaderamente un yogi? ¿Cuanta fe tengo en mi mismo como yogi?

Lo cierto es que nunca podremos realizar nuestra tarea de transformar el mundo en el reino de los cielos si antes no hemos alcanzado esa esencia en nosotros mismos.

De nada servirán los esfuerzos materiales en el mundo externo si nosotros mismos no emitimos el amor divino que puede transformar el odio en el mundo.

Pero si confundidos  en vez de concentrar nuestra energía en alcanzar la esencia del amor divino en nosotros, intentamos transformar al mundo sin haberlo alcanzado; ¿Qué estaremos dando al mundo? ¿Ego? ¿Algún tipo de odio sutil hacia otros que consideramos negativos? ¿Juicios mentales o nuestros condicionamientos?

No podemos dar la esencia si no la hemos alcanzado nosotros mismos.

(Aquí tenéis un video donde Madre explica esto)



 Esa es la verdadera responsabilidad del yogi. Alcanzar la esencia del amor Divino en su propio corazón. Comprender que su corazón es una célula del Ser Divino. Permitir que ese amor se derrame indiscriminadamente sobre buenos y malos. Rendir entonces todos los juicios en el altar de ese amor supremo. Rendir todo lo que creemos que somos para alcanzar lo que somos verdaderamente. Trabajar dentro del colectivo para que ese amor se extienda a través de los buenos deseos, las oraciones sinceras y los buenos actos con otros.

Más aunque aún no hayamos alcanzado nuestra esencia seguimos teniendo una responsabilidad. En ese caso nuestra responsabilidad es no permitir que nuestro ego extienda la semilla del odio dentro del colectivo. No permitir que juzgue a otros hermanos como negativos. No permitir que critique a otros hermanos volviéndonos entonces instrumentos anti evolutivos dentro del Virata. ¿Cuantas  veces y de cuantos modos necesitamos que nos lo diga nuestra Madre? En casi todas sus charlas está este mensaje. ¿Por que no somos capaces de entenderlo? Un dedo no pega al otro dedo, todos somos parte de un mismo cuerpo. No torturemos el cuerpo del Virata crucificando a nuestros hermanos.

Si logramos como un solo ser colectivo trabajar conjuntamente en nombre del amor divino, unos derramando la esencia que han alcanzado y otros eligiendo que la semilla del mal no siga actuando, habremos alcanzado nuestra responsabilidad interna y el cambio del mundo será una misión a nuestro alcance.

De otro modo debemos saber que la responsabilidad del odio y terror que hoy actúan en el mundo está sobre nuestros hombros.

domingo, 22 de noviembre de 2015

La semilla del miedo (2 parte)

En el Agnya Chakra la semilla del miedo esta ligada directamente al ego y a los condicionamientos. Cuando aceptamos los condicionamientos, enseñanzas, ideologías, dharmas y leyes, a través del ego, nos sentimos no solo con derecho sino incluso responsables de establecer dichos dharmas en los demás y en el mundo.

Somos capaces de justificar nuestros actos egoístas y dominantes sobre los demás utilizando las palabras de las encarnaciones y los profetas. De este modo es como todas las religiones del pasado llegaron a realizar actos totalmente apartados de la Esencia Divina, el amor. Se masacraron innumerables almas inocentes e incluso civilizaciones  enteras.

Lo cierto es que la compresión mental de las enseñanzas y dharmas produce rigidez y tensión que solamente conduce a la fricción y la lucha. Cuando intentamos forzar los dharmas sobre los demás desde esa comprensión mental creamos miedo en los demás y en nuestro propio corazón. La respuesta espontánea de la mente es el juicio severo sobre los demás, lo que lleva implícito un proceso negativo donde sentimientos de temor, odio y venganza dominan el proceso mental.

La respuesta  de los demás ante tal ataque agresivo sobre su propia comprensión del dharma se vuelve espontáneamente agresiva ya que el propio ego no puede aceptar la dominación de otro ego externo. Este proceso de ataque y respuesta, odio y venganza tiende a estancarse en el proceso mental produciendo residuos mentales que son  muy difíciles de eliminar. Así es como la lucha entre familias, países, o culturas, se puede prolongar durante varias generaciones.

Solamente la cualidad de la compasión, el perdón y el sacrificio pueden catalizar el cambio que  establece el control del espíritu y la rendición del ego. Entonces ante ataques agresivos contra nuestra persona podemos neutralizar la respuesta espontánea del ego y no quedar envueltos y dominados por el juego del odio y el rencor. Entonces el amor en su forma de compasión, donde uno esta unido a los demás como partes de un todo, domina el proceso de la conciencia y uno puede elegir amar incluso a aquel que nos intenta destruir.

Cuando la cualidad del perdón alcanza un nivel de gran profundidad  se transforma en sacrificio. El perdón y su forma suprema el sacrificio están basados en la energía viviente del amor incondicional unido inseparablemente con el deseo puro. Este deseo puro ya no  apunta a nuestro propio ser individual sino que está volcado completamente sobre los demás y sobre el mundo.  Solo deseamos que ese sublime sentimiento que uno goza como testigo sea experimentado por los demás, por todos.

Entonces el sacrificio empieza a manifestarse. Cuando no solo somos capaces de recibir el golpe en la mejilla  y devolver amor a cambio, sino cuando premeditadamente somos capaces de acercarnos hacia la cruz donde seremos crucificados para que de este modos aquellos que nos crucifican alcancen el amor que deseamos para ellos.

Afortunadamente nuestro señor Jesús manifestó con su ejemplo este proceso de indescriptible amor y asumió sobre si mismo el dolor máximo para quitárnoslo a nosotros.. Nosotros no seremos crucificados aunque si debemos aceptar este mismo proceso a un nivel inferior. Deberíamos estar preparados para entregar todo nuestro ser y nuestra alma durante toda la eternidad para que el proceso de amor incondicional se extienda por el mundo. Y por supuesto deberíamos ser capaces de acercarnos a lugares donde sabemos que otros nos odian, y con gesto alegre y devoto, derramar conscientemente amor incondicional unido a nuestro deseo puro para bendecirlos.

Entonces las espinas que colocarán sobre nuestras cabezas se transformaran en bendiciones y nos prepararemos para unirnos para siempre con nuestro padre, donde solo El, para siempre, bendiga en cuerpo humano a sus otros instrumentos.