Hay un interrogante de difícil respuesta: ¿Existe un destino al
que nos vemos abocados irremediablemente o un mundo regido por el principio
causa efecto que nos permite decidir nuestro futuro? O expresándolo de otro
modo; ¿Existe el libre albedrío y nuestras acciones nos permiten controlar
nuestro destino o en cambio la voluntad Divina es la que controla el devenir de
los acontecimientos?
Esta cuestión primordial se me ha presentado a lo largo de mi vida
después de recibir shocks muy fuertes o experiencias traumáticas. Es en estos
momentos de dolor extremo donde esta cuestión se nos plantea de un modo
crucial.
Pero analicemos por un momento algunos factores tanto internos
como externos en relación a esta cuestión. Cuando nos enfrentamos a una
situación que requiere una elección por nuestra parte o algún reto que nos
fuerza a actuar de un modo u otro, nuestro propio poder de elección está de
hecho muy condicionado o limitado. Por un lado los condicionamientos que están
imprimidos en nuestra personalidad relacionados con el lugar donde vivimos, la
educación que hemos recibido, como fueron nuestros padres y lo que vimos y
aprendimos de ellos. Además debemos tener en cuenta las limitaciones propias de
nuestra personalidad misma, las cualidades y defectos que la acompañan, todas
ellas relacionadas con el estado evolutivo de nuestro sistema sutil, nuestros
nadis y chakras.
Todo este amasijo interno que forma nuestra mente y que tiene una
forma y modo de proceder determinado, nos limita de modo casi definitivo a la
hora de elegir un comportamiento u otro. Incluso a pesar de esta limitación
podríamos considerar que en ciertas ocasiones y en base a nuestro conocimiento
o experiencias previas podríamos decidir de modo consciente actuar de un modo
diferente a lo que nuestra propia mente elegiría en situaciones normales,
actuando entonces en contra de nuestra forma de ser misma, teniendo de este
modo control sobre nuestro destino. Pero lo cierto es que además de las propias
limitaciones que imponen nuestro ego y condicionamientos, existen otros muchos factores
que también participan en la decisión final que tomaremos.
Me refiero aquí a todos los factores externos que acompañan a la
situación que se nos plantea y que de nuevo la conducen por un camino casi
decisivo. En muchas ocasiones algunos detalles del ambiente de ese momento,
personas con las que nos relacionamos, o pequeñas coincidencias, hacen que
tomemos la decisión en un sentido u otro. Pequeños detalles como si hemos
descansado bien ese día, si el sol brilla o es un día lluvioso, si nuestro
estado de salud es bueno o tenemos algún problema, si hemos tenido algún otro
desencuentro anteriormente, y un sin fin de otras muchas posibilidades.
Estos pequeños detalles actúan como catalizador para que en un momento
determinado tomemos una decisión acertada o una equivocada.
De este modo, la teoría del libre albedrío y de ser
dueños de nuestro destino, pierde el sentido que muchas veces le damos. En
realidad, en gran medida, somos simplemente marionetas manejadas por una
invisible mano que dirige nuestros movimientos y el camino que tomamos. Esa
mano es el espíritu Divino, el ser que en realidad somos, el reflejo de Dios
todopoderoso en nuestro propio corazón. Es el Espíritu quien en realidad cumple
su propósito en la vida material, experimentando a través de la personalidad,
el cuerpo y la mente, las experiencias que de hecho ya ha elegido previamente.
El destino de este modo ya ha sido elegido previamente por el espíritu y
nos vemos irrevocablemente abocados hacia él.
Quizá alguna persona podría pensar que si esto fuese así, por que
esforzarnos por nada, si en cualquier caso todo sucederá como ha sido planeado.
Lo cierto es que debemos seguir siempre el impulso interno, el deseo de
evolucionar y mejorar como persona, de trabajar en el sentido que se requiere
para alcanzar nuestras metas, y es entonces cuando alcanzamos los resultados, aparentemente
como subproducto de nuestras acciones y esfuerzos, aunque en realidad todo este
proceso ya había sido decidido por nuestro propio espíritu.
Un aspecto importante a tener en cuenta es la relación del
principio del libre albedrío con el sentimiento de culpa, que tan arraigado
está en el subconsciente colectivo. Seguirá......
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