miércoles, 24 de abril de 2019

Libre albedrío o voluntad divina


Hay un interrogante de difícil respuesta: ¿Existe un destino al que nos vemos abocados irremediablemente o un mundo regido por el principio causa efecto que nos permite decidir nuestro futuro? O expresándolo de otro modo; ¿Existe el libre albedrío y nuestras acciones nos permiten controlar nuestro destino o en cambio la voluntad Divina es la que controla el devenir de los acontecimientos?

Esta cuestión primordial se me ha presentado a lo largo de mi vida después de recibir shocks muy fuertes o experiencias traumáticas. Es en estos momentos de dolor extremo donde esta cuestión se nos plantea de un modo crucial. 

Pero analicemos por un momento algunos factores tanto internos como externos en relación a esta cuestión. Cuando nos enfrentamos a una situación que requiere una elección por nuestra parte o algún reto que nos fuerza a actuar de un modo u otro, nuestro propio poder de elección está de hecho muy condicionado o limitado. Por un lado los condicionamientos que están imprimidos en nuestra personalidad relacionados con el lugar donde vivimos, la educación que hemos recibido, como fueron nuestros padres y lo que vimos y aprendimos de ellos. Además debemos tener en cuenta las limitaciones propias de nuestra personalidad misma, las cualidades y defectos que la acompañan, todas ellas relacionadas con el estado evolutivo de nuestro sistema sutil, nuestros nadis y chakras. 

Todo este amasijo interno que forma nuestra mente y que tiene una forma y modo de proceder determinado, nos limita de modo casi definitivo a la hora de elegir un comportamiento u otro. Incluso a pesar de esta limitación podríamos considerar que en ciertas ocasiones y en base a nuestro conocimiento o experiencias previas podríamos decidir de modo consciente actuar de un modo diferente a lo que nuestra propia mente elegiría en  situaciones normales, actuando entonces en contra de nuestra forma de ser misma, teniendo de este modo control sobre nuestro destino. Pero lo cierto es que además de las propias limitaciones que imponen nuestro ego y condicionamientos, existen otros muchos factores que también participan en la decisión final que tomaremos. 

Me refiero aquí a todos los factores externos que acompañan a la situación que se nos plantea y que de nuevo la conducen por un camino casi decisivo. En muchas ocasiones algunos detalles del ambiente de ese momento, personas con las que nos relacionamos, o pequeñas coincidencias, hacen que tomemos la decisión en un sentido u otro. Pequeños detalles como  si hemos descansado bien ese día, si el sol brilla o es un día lluvioso, si nuestro estado de salud es bueno o tenemos algún problema, si hemos tenido algún otro desencuentro  anteriormente, y un sin fin de otras muchas posibilidades. Estos pequeños detalles actúan como catalizador para que en un momento determinado tomemos una decisión acertada o una equivocada. 

De este modo,  la teoría del libre albedrío  y de ser dueños de nuestro destino, pierde el sentido que muchas veces le damos. En realidad, en gran medida, somos simplemente marionetas  manejadas por una invisible mano que dirige nuestros movimientos y el camino que tomamos. Esa mano es el espíritu Divino, el ser que en realidad somos, el reflejo de Dios todopoderoso en nuestro propio corazón. Es el Espíritu quien en realidad cumple su propósito en la vida material, experimentando a través de la personalidad, el cuerpo y la mente, las experiencias que de hecho ya ha elegido previamente. El destino  de este modo ya ha sido elegido previamente por el espíritu y nos vemos irrevocablemente abocados hacia él. 

Quizá alguna persona podría pensar que si esto fuese así, por que esforzarnos por nada, si en cualquier caso todo sucederá como ha sido planeado. Lo cierto es que debemos seguir siempre el impulso interno, el deseo de evolucionar y mejorar como persona, de trabajar en el sentido que se requiere para alcanzar nuestras metas, y es entonces cuando alcanzamos los resultados, aparentemente como subproducto de nuestras acciones y esfuerzos, aunque en realidad todo este proceso ya había sido decidido por nuestro propio espíritu. 

Un aspecto importante a tener en cuenta es la relación del principio del libre albedrío con el sentimiento de culpa, que tan arraigado está en el subconsciente colectivo.  Seguirá......

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