Hace algún tiempo tuve la
posibilidad de charlar con mi amigo Sergio sobre la cuestión fundamental del
libre albedrío o el destino, cuestión esta que desde siempre ha despertado la
curiosidad de yoguis, santos y sabios.
Según charlábamos sobre el tema
comencé a comprender algo que de algún modo no había tenido en consideración
anteriormente. Mientras yo defendía que en realidad todo es únicamente la
voluntad divina, que Dios es el único actor de todas las acciones, él se
mantenía firme en su postura de que tenemos libre albedrío y la posibilidad de
decidir nuestro destino.
Según exponíamos nuestros
argumentos ambas comprensiones se iban polarizando hasta parecer que no había
punto de sintetización posible. Todo ello me dejó en cierto sentido un mal
sabor de boca. Aunque comprendía los argumentos de mi hermano seguía
convencido de que mi postura era acertada. Después de nuestra charla decidí
meditar durante largo tiempo con el deseo profundo de encontrar un punto de
encuentro entre estas dos visiones antagonistas. Cuando acabé la
meditación, en un estado de gran paz y silencio surgió en mi interior esta
pregunta; "Madre, ¿Existe en realidad el libre albedrío?"
Inmediatamente apareció una
respuesta que me lleno de gozo y esperanza; "Existen tanto el libre
albedrio como la voluntad divina". En cierto nivel de conciencia cuando
aún nos identificamos con nuestro ego y nos seguimos percibiendo como un ser
individual, vivimos en el plano del libre albedrío. En esta dimensión, que es
en la que vivimos la inmensa mayoría de la humanidad, el ego tiene su libre
albedrio, su capacidad para tomar sus decisiones, para realizar sus acciones,
para guiar su vida.
Pero existe otro plano de
existencia, el cual es considerado por el yogui como el plano de la realidad.
En ese plano espiritual solamente existe la voluntad divina, ya que en dicho
plano solamente existe un solo ser aunque imaginariamente se refleja en cada
ser individual, pero que en realidad siempre es únicamente uno. Este ser único
es el que realiza todas las acciones, quien toma todas las decisiones, incluso
quien impulsa todos los acontecimientos en el plano de lo manifiesto.
Esta respuesta permite que ambas
posturas puedan sintetizarse complementando una comprensión más amplia de
ambas. Lo mismo ocurre en muchos otros aspectos de la vida. ¿Existe un solo
Dios o existen multitud de deidades? ¿Todo es Dios o existe Dios y el demonio?
En realidad se trata de lo mismo. En el plano de lo manifiesto donde nos
identificamos con nuestro ego y nuestro cuerpo todos los pares de opuestos
parecen reales y los podemos sentir claramente. Pero en el plano espiritual
podemos percibir que ambos pares de opuestos son en realidad uno solo.
Todos los dioses son en realidad el dios único, su diferencia es solo aparente
para el ego. Tanto lo que nos parece negativo y maligno como lo positivo y
divino son también parte del mismo ser único, que únicamente adopta esta forma ilusoria
en el plano del ego.
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