Una luminosa mañana de primavera, bajo la cálida caricia del sol
sobre su rostro, un discípulo se acercó a su maestro con gesto insatisfecho y
anhelante. Maestro, ¿cómo puedo alcanzar lo que tanto anhelo? ¿Qué puedo hacer
para conseguir la iluminación? Siento que el proceso es muy lento y no veo la
meta cercana. Más yo quiero alcanzarlo en esta vida. No quiero seguir
sufriendo. ¿Hay algún modo de acelerar el proceso?
Una suave sonrisa ilumino el rostro del Maestro. De sus ojos
emanaba un amor maternal que penetraba hasta las profundidades del
corazón del discípulo.
Entonces el Maestro contesto con voz suave pero rotunda. Observa
todo lo que te rodea. ¿Acaso puedes ver el movimiento en el florecimiento de
esa flor? ¿Más no sabes ya más allá de toda duda que esa flor está floreciendo?
¿Puedes acelerar su proceso espontáneo y natural de florecimiento?
Por el contrario si basado en tu impaciente ansiedad de acelerar
el proceso te aventuras a abrir sus pétalos a la fuerza, lo más probable es que
dañes a la flor e impidas su florecimiento.
Tú no eres más que otra flor y sin duda cada día te mueves
hacia tu meta. Solo la fuerza vital que guía y dirige cada proceso viviente
en el universo hace el movimiento posible. Comprender esto y dejarse llevar
por ella con confianza es el conocimiento que elimina el sufrimiento. Ese
conocimiento se llama entonces fe, y esa fe manifiesta lo que en realidad ya es
y siempre ha sido.
Entonces el discípulo, aún con su rostro tenso e impaciente volvió
a insistir al Maestro. Pero yo quiero alcanzarlo en esta vida. No quiero seguir
sufriendo.
La sonrisa del Maestro seguía imperturbable derramando bendiciones
sobre el discípulo mientras contestaba con la firmeza de una montaña: ¿Quién
dices que quiere alcanzarlo en esta vida? ¿Quién es ese yo que no quiere seguir
sufriendo? Mira en tu interior y descubre que ese yo en realidad no existe.
¿Por qué eliges seguir engañándote a ti mismo? ¿Cómo puedes dejarte fluir
en la corriente evolutiva construyendo barreras artificiales e ilusorias?
Ese yo que tanto desea la iluminación no es más que ego. El ego no
moviliza la energía viviente. Mientras no abandones de una vez por todas ese
deseo egoísta no podrás fluir en la corriente viva que te llevará a tu meta
soñada.
La fuera vital solo se moviliza a través de su reflejo en tu
interior, el deseo puro. Más el deseo puro es uno con el conocimiento de que
todo está guiado por la energía Divina. Entonces la fe iluminada sirve de
catalizador para que de una vez por todas te establezcas en lo que siempre has
sido, océano infinito de paz, amor y gozo. Uno con la fuerza vital para
siempre. Uno con el Amor Divino que palpita en cada átomo de existencia.
¿No te parece lógico pensar que ansiar impacientemente algo te
producirá sufrimiento? ¿Y no te parece igualmente lógico pensar que confiar con
fe iluminada que todo será realizado del modo más perfecto posible te producirá
satisfacción y gozo?
Abandona de una vez por todas el deseo egoísta y déjate llevar por
el deseo puro lleno de fe. Haz introspección y observa cuanto deseo puro vibra
en tu interior. Obsérvalo y aliméntalo con tu atención. De ese modo se avivará
el fuego que consumirá todo lo artificial e ilusorio.
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