domingo, 8 de marzo de 2015

La impaciente ansiedad del buscador de la verdad

Una luminosa mañana de primavera, bajo la cálida caricia del sol sobre su rostro, un discípulo se acercó a su maestro con gesto insatisfecho y anhelante. Maestro, ¿cómo puedo alcanzar lo que tanto anhelo? ¿Qué puedo hacer para conseguir la iluminación? Siento que el proceso es muy lento y no veo la meta cercana. Más yo quiero alcanzarlo en esta vida. No quiero seguir sufriendo. ¿Hay algún modo de acelerar el proceso?

Una suave sonrisa ilumino el rostro del Maestro. De sus ojos emanaba un amor maternal que penetraba hasta  las profundidades del corazón del discípulo. 

Entonces el Maestro contesto con voz suave pero rotunda. Observa todo lo que te rodea. ¿Acaso puedes ver el movimiento en el florecimiento de esa flor? ¿Más no sabes ya más allá de toda duda que esa flor está floreciendo? ¿Puedes acelerar su proceso espontáneo y natural de florecimiento?
Por el contrario si basado en tu impaciente ansiedad de acelerar el proceso te aventuras a abrir sus pétalos a la fuerza, lo más probable es que dañes a la flor e impidas su florecimiento.

Tú no eres más que otra flor y sin duda cada día te  mueves hacia tu meta. Solo la fuerza vital que guía y dirige cada proceso viviente en el universo hace el movimiento posible. Comprender esto y dejarse llevar  por ella con confianza es el conocimiento que elimina el sufrimiento. Ese conocimiento se llama entonces fe, y esa fe manifiesta lo que en realidad ya es y siempre ha sido. 

Entonces el discípulo, aún con su rostro tenso e impaciente volvió a insistir al Maestro. Pero yo quiero alcanzarlo en esta vida. No quiero seguir sufriendo.

La sonrisa del Maestro seguía imperturbable derramando bendiciones sobre el discípulo mientras contestaba con la firmeza de una montaña: ¿Quién dices que quiere alcanzarlo en esta vida? ¿Quién es ese yo que no quiere seguir sufriendo? Mira en tu interior y descubre que ese yo en realidad no existe.  ¿Por qué eliges seguir engañándote a ti mismo? ¿Cómo puedes dejarte fluir en la corriente evolutiva construyendo barreras artificiales e ilusorias? 

Ese yo que tanto desea la iluminación no es más que ego. El ego no moviliza la energía viviente. Mientras no abandones de una vez por todas ese deseo egoísta no podrás fluir en la corriente viva que te llevará a tu meta soñada.

La fuera vital solo se moviliza a través de su reflejo en tu interior, el deseo puro. Más el deseo puro es uno con el conocimiento de que todo está guiado por la energía Divina. Entonces la fe  iluminada sirve de catalizador para que de una vez por todas te establezcas en lo que siempre has sido, océano infinito de paz, amor y gozo. Uno con la fuerza vital para siempre. Uno con el Amor Divino que palpita en cada átomo de existencia.

¿No te parece lógico pensar que ansiar impacientemente algo te producirá sufrimiento? ¿Y no te parece igualmente lógico pensar que confiar con fe iluminada que todo será realizado del modo más perfecto posible te producirá satisfacción y gozo?


Abandona de una vez por todas el deseo egoísta y déjate llevar por el deseo puro lleno de fe. Haz introspección y observa cuanto deseo puro vibra en tu interior. Obsérvalo y aliméntalo con tu atención. De ese modo se avivará el fuego que consumirá todo lo artificial e ilusorio.

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